domingo, 9 de mayo de 2010

LOS OKUPAS Y EL CURANDERO DE CAMPANILLAS


Podríamos iniciar esta entrada con un acertijo, que seguramente, a mas de uno, podrá parecer desconcertante : ¿ En que se parece el movimiento okupa al "curandero de Canpanillas" ?

Como, probablemente, el común de los mortales desconozca quien es el “curandero de Campanillas” , e incluso que es eso de “Campanillas”, intentaré dar alguna pista para facilitar la adivinación del acertijo;explicando, primero, que es “Campanillas” y a continuación quien es el citado “Curandero”.

Campanillas es el distrito noveno de los diez en que se divide administrativamente la ciudad de Málaga; estando situado en el límite con los términos municipales de Alhaurín de la Torre, Cártama y Almogía, en el valle formado por el río Campanillas; bordeando , al sur la ribera del rio Guadalhorce y el distrito de Churriana. Y limitando , por el este, con los distritos Cruz de Humilladero y Puerto de la Torre.

Desde el punto de vista turístico, y que me perdonen los “Campanilleros”, Campanillas no tiene, que yo sepa, ningún atractivo de especial relevancia que se publicite en ninguno de los folletos informativos que pueden obtenerse en la Oficina de Información y Turismo de Málaga.

Sin embargo, en Campanillas y en la calle Juan Jabato, esquina con calle Diezmos, existe una discreta y modesta “casa mata”, como llaman en esa tierra a las viviendas unifamiliares , que debería figurar en todas las guías turísticas provinciales, como reclamo turístico especialmente original y misterioso; No es la primera vez que pueblos ignotos resultan turísticamente promocionados gracias a la publicidad mediática proporcionada, bien por determinados personajes famosos o por hechos misteriosos o extraños relacionados con dichos pueblos. En este sentido tal vez alguien recuerde, la fama alcanzada por el pueblo cordobés de Belmez, a raiz de la participación de su alcalde, Rafael Canalejo Cantero, como concursante del programa televisivo de finales de los 60, presentado por el fallecido Joaquín Prats, y titulado “Un millón para el mejor”. Con gran habilidad, aquel alcalde, dotado de una vasta formación y de un envidiable poder de comunicaciòn, consiguió, además de engordar su peculio particular, al conseguir un buen pellizco del premio otorgado por el programa, dar a conocer, turísticamente, su pueblo a las masas. E igualmente es posible que alguien recuerde la fama alcanzada por el entonces tambien desconocido municipio jienenese de "Belmez de la Moraleda", ubicado en el encantador Parque Natural de Sierra Mágina, a raiz del supuesto "descubrimiento" , a principios de los años 70, de las conocidas "Caras de Belmez" , que aparecían sobre las paredes de una casa del mismo supuestamente encantada, y que posteriormente resultaron ser un fraude. Todo lo cual promovió una cascada de "peregrinaciones" turísticas para observar el fenómeno en directo que, aunque en menor proporción que antaño, aún perduran en la actualidad.

Voilviendo a Campanillas, visité la casa en cuestión por pura casualidad hace poco más de una semana. Lo que no podía imaginarme es la sorpresa que iba a llevarme, una vez en su interior.

Todo empezó cuando una amiga me pidió que la acompañara, junto con su madre, a visitar a un “doctor” en medicina alternativa que le habían recomendado. El motivo de la visita no era otro que una dolencia de tipo circulatorio que aquella padecía, para la cual la medicina ortodoxa no le había procurado, hasta el momento, remedio satisfactorio.

He conocido algunos médicos, practicantes de alguna de las múltiples y variadas técnicas de la llamada medicina alternativa, y he de decir que, aunque en ese ámbito se ha colado de todo, al calor de la credulidad y desconocimientos de las gentes, de las limitaciones y deficiencias de nuestra Seguridad Social y de una regulación insuficiente de muchas de estas prácticas, también existen muchos buenos profesionales, cuyo consejo y atención profesional tendría muy en cuenta llegado el caso. Lo que nunca imaginé es que en los albores del siglo XXI, pudiese acudir a un supuesto consultorio médico, por muy alternativo que fuese y encontrarme con un espectáculo propio del hechicero de una tribu de la mas profunda selva africana, amazónica o polinésica.

Cuando llegamos, me sorprendió encontrarme con una antigua casa de pueblo, de planta baja, haciendo esquina a dos calles, por uno de sus lados y adosada por el otro a una edificación colindante. La puerta que daba a la calle se encontraba abierta, como ocurría en casi todos los pequeños pueblos antes de la llegada de la "democracia", y al franquearla sin llamar, nos encontramos, directamente en una sala de espera de forma cuadrada y unos 12 m2 de superficie , llena de gente de edades variadas y aspecto tambien variado, alguno de los cuales mostraba en sus rostros o cuerpo evidencias de padecer graves dolencias. La mayoría esperaban sentados, y algunos, a falta de asientos, lo hacían de pie recostados contra las paredes.

Inmediatamente de entrar, una chica de unos 40 años, bien parecida, vistiendo ropa de calle y con pelo a media melena , rubio de bote y a mechas, se dirigió a nosotros de forma resuelta, preguntándonos si teníamos cita. A lo que mi amiga, que llevaba la voz cantante, respondió afirmativamete. La rubia, abrió una libreta que llevaba en la mano en la que supuestamente apuntaba las citas, localizó la cita, hizo una señal junto a la misma y con una sonrisa mecánica, que no supe muy bien interpretar, nos invitó amablemente a sentarnos, a pesar de estaban ocupados todos los asientos en ese momento y que, como ya he dicho, alguno de los allí presentes esperaba de pié, recostado contra las paredes.

Permanecimos de pié, hasta que, después de ser llamados dos "pacientes", llegó nuestro turno, cuando habían transcurrido unos veinte minutos de espera.

La rubia llamó a la madre de mi amiga por su nombre, y cuando nos dirigimos a ella, nos introdujo en una pequeña antesala alfombrada, previa a la sala de"consulta", en que esperaba el "curandero", y dirigiéndose a mi amiga, le entregó un folio impreso , a modo de "consentimiento iformado", para que fuese rellenado con los datos de la paciente, incluyendo su número de D.N.I. y firmado por la misma.

Asimismo, nos pidió tanto al enfermo como a los acompañantes que nos descalzásemos antes de entrar, para evitar, según dijo, posibles contaminciones en el interior de "la sala de operaciones".

Tras mirarnos unos a otros con cara de sorpresa, por aquella inesperada parafernalia, comenzamos a descalzarnos; hecho lo cual, la rubia nos abrió la puerta de la sala, donde finalmente se encontraba esperando, ataviado con impóluto traje blanco de enfermero, chanclas incluidas, "El curandero de Campanillas" .

El personaje, de unos 60 años, estatura media, cara de pan cateto, corpulento y con un aspecto, a caballo entre campero , albañil y tratante de ganado, se encontraba de pié, en la penumbra de una sala rectangular, de tamaño semejante al de la sala de espera, iluminada únicamente por cuatro gruesos velones enfundados en plastico rojo, colocados en el suelo junto a una palangana de plástico verde, llena de agua. Una camilla negra, adosada a la pared del fondo y una línea blanca de sal de pared a pared, a lo ancho del suelo, a un metro de la pared del otro extremo de la sala, tras de la cual nos instó a permanecer a los acompañantes, que tenía por finalidad evitar interferencias con la energía que recibía el curandero, según nos contarían mas tarde, otros "devotos" del mismo .

Mientras los acompañantes nos manteníamos a pié firme detrás de la raya de sal, a unos cuatro metros de la camilla, el curandero, éste ordenó a la paciente que se tumbase en posición de decúbito prono. O lo que es lo mismo, mirando al techo. Acto seguido, se arrodilló junto a la palangana con agua, metió las manos en la misma, e hizo con cada mano unos signos sobre la otra que no pudimos ver bien, debido a la penumbra reinante en la sala, a la distancia y a que el curandero nos daba las espalda.

Permaneció un instante arrodillado y como en actitud de rezo o meditación y acto seguido se levantó pesadamente, y dirigiéndose a mi amiga le dijo, refiriéndose a su madre "A esta mujer hay que limpiarle la sangre".

Mi amiga, un poco confundida, preguntó : "¿y eso como se hace?.

A lo que el curandero respondió, en un tono visiblemente ofendido por la pregunta: "Pues como se va hacer . Haciéndole un corte en la femoral y extrayendo un poco de sangre" ."Llevo mas de quince años haciéndolo, sin el más mínimo problema". "Después de eso se sentirá mucho mejor".

Llegado a aquel punto yo habría salido corriendo. Pero mi amiga, incómoda ante el tono de la respuesta del curandero y pensando en la posible reacción de su madre, que no parecía preocupada en absoluto, tragó saliva, pero ni pestañeó.

El curandero, entendió el silencio de mi amiga como una autorización para intervenir, y sin más dilación, se aprestó a ello. Se colocó unos guantes de plástico, de tienda de "todo a cien", semejantes a los que tienen en las gasolineras, para efectuar el autoservicio, y de una caja que tenía sobre una pequeña mesa plegable, adosada a la pared izquierda, junto a la palangana de plástico verde, tomó un bisturi, del que hizo clara ostentación, para que todos pudieramos verlo.

Acto seguido, metió la mano en el interior de una bolsa de plástico que también tenía sobre la mesa, sacando lo que nos pareció era un buen puñado de algodón, y dirigiéndose a la camilla, lo colocó sobre esta al tiempo que le bajaba los pantalones a la madre de mi amiga dejandola, de cintura para abajo, expuesta, únicamente con ropa interior .

Exhibiendo el bisturí en la mano derecha, comenzó a manipular en la zona de la ingle de la paciente, sin que pudieramos ver en que consistía la manipulación debido a la distancia, la penumbra y a que el curandero, de espaldas a nosotros, lo tapaba con su voluminoso cuerpo.

De repente vimos salir un potente chorro de sangre y como el cuandero se ladeaba, lo que nos facilitó ver como la paciente tenía una de sus piernas llena de sangre, que el curandero se encargaba de limpiar frenéticamente con los algodones, al tiempo que tomaba lo que parecía un poco de sal y con sus manos hacía como un pequeño signo de la cruz sobre la ingle.

La enferma no emitió, en ningún momento, ni el mas mínimo quejido. Mas tarde cuando le pregutamos nos dijo que no había sentido ningún dolor. Lo único que dijo, al sentir y ver la sangre fué "¡Ay! como lo ha puesto usted todo de sangre"; a lo que el cuandero respondió cortante :" Señora no va a ser de chocolate".

Confieso que todo aquello me pareció muy raro. Sin embargo he de reconocer que, a pesar de la tranquilidad de la paciente y la naturalidad con que se desenvolvía el curandero, que terminaba de limpiar la sangre con los algodones y con papel absorbente de cocina, estaba un poco acojonado ante la carnicería que acababa de presenciar y las posibles complicaciones que pudieran sobrevenir ante la falta de la mas elemental asepsia; ya que el curandero, tras presionar unos segundos en la zona en que parecía haber realizado la incisión, y sin aplicar ninguno tipo de sustancia desinfectante, declaraba: "Ya hemos terminado"; al tiempo que ordenaba levantarse de la camilla a la paciente y vestirse .

Salimos a la antesala, donde esperaba la rubia de la libreta que nos había recibido, a la que, mi amiga, mas por respeto a su madre que por convicción, le entregó voluntariamenre, 30 Euros.

Al pasar por la sala de espera, dos mujeres con las que mi amiga había estado hablando para entretener la espera, y que le había dicho que estaban esperando para que el curandero les diera "La luz" le preguntaron que tal le había ido, a lo que mi amiga les respondió mecanicamente: "bien, bien"; al tiempo que les explicaba en que había consistido la experiencia. No obstante mi amiga, que, al igual que me había ocurido a mi, tenía la sensación de que le habían tomado el pelo, les pidió a las dos pacientes con las que hablaba, si le permitirían entrar con ellas, para ver en que consistía eso de "la Luz". Proposición a la que, aquellas, no pusieron reparo alguno.

Como quedaba media hora para las 19,30, hora prevista en que supuestamente el curandero recibía la energía para transmitir "la Luz" a sus incondicionales, me pidió si no tenía inconveniente en esperarla hasta ese momento.

Teniendo ya perdida la tarde e intrigado tambien por saber de que iba aquello de "la luz",le contesté afirmativamente, esperando saber en que consistiría aquel nuevo "espectáculo".

Mientras mi amiga charlaba en la sala de espera hablando con las dos pacientes que esperaban para ser "iluminadas", su madre y yo permanecimos en la calle, comentando la experiencia vivivida momentos antes.

Le pregunté si había sentido algún dolor, a lo que me respondió que solo había notado la sangre resbalándole por la pierna, pero que no había percibido dolor alguno. Asimismo le pregunté si el curandero le había puesto alcohol, Betadine, agua oxigenada, o algo semejante en la herida o alguna gasa o vendaje para taparla; contestándome igualmente de forma negativa y diciendo que solo había notado que el curandero le presionaba en la íngle con un dedo con algo áspero, como si fuese sal, y que le había escocido un poco; pero que eso había sido todo.

Continuamos charlando y en un momento dado, la madre de mi amiga me confesó, que en todo momento había tenido la sensación de que aquella escenificación no había sido otra cosa que una tomadura de pelo, pero que no se había atrevido a decir nada, por temor a equivocarse y por lo violenta que le resultaba la situación de levantarse de la camilla y marcharse; así como por lo que su hija, a la que tanto había insistido para que la acompañase, podría pensar de ella.

Tras un buen rato de conversación, por fin salió mi amiga. Reflejaba en sus ojos una cierto asombro e incredulidad y en su boca se dibujaba una sonrisa a medias entre escéptica y sarcástica.

"La luz", supuestamente energética, curaría el estado depresivo de las pacientes, al insuflarles la vitalidad que, procedente del espíritu divino, fluía a través del curandero, supuestamente elegido para que aquella pudiera manifestarse a los mortales.

Cuenta, cuenta. Le dijimos, impacientes, tanto su madre como yo mismo.

Mi amiga no pudo reprimir una carcajada, ante nuestro aparente interés, y comenzó a contar como, el curandero, tras haber puesto tanto a sus ocasionales contertulias de sala de espera, como a ella misma, mirando a la pared de la habitación en penumbra, durante un rato, mientras supuestamente el curandero esperaba la llegada del ser que le suministraría la energía, para transmitirsela en forma de "luz divina" , notó un resplandor verde en la habitación y al volver discretamente la cabeza, desde detras de la raya de sal donde se encontraba, pudo ver una de las manos que el curandero mantenía a escasa distancia de las cabezas de las "pacientes", sobre cuya palma tenía una extraña señal en forma de cruz oscura con aspecto de cicatriz de la que salía un intenso haz de luz, de color verde pistacho, que incidía sobre las cabezas de las "pacientes" , y que se apagó momentos después, al cerrar la mano el curandero.

Después de reirnos un buen rato con este relato, nos dimos cuenta de que todos habíamos tenido la misma idea de abandonar la sala del curandero, pero que, como suele suceder ante situaciones imprevistas, pensando unos en los otros, ninguno habíamos tomado la decisión de hacerlo. Asimismo, comentamos con mi amiga lo hablado entre su madre y yo mientras ella había permanecía dentro; y en particular el hecho de que no le hubiese sido puesto ningún tipo de vendaje en la supuesta herida. Tan intrigada como nosotros, mi amiga, le propuso a su madre entrar en bar próximo y comprobar, en el servicio, como tenía la herida.

Cuando salieron, ambas venían riéndose a carcajadas, porque, según me contaron, a continuación, no habían visto herida alguna. Estuvimos pensando que podría haber ocurido, ya que habíamos visto la sangre correr con nuestros propios ojos. Finalmente terminamos llegando a la conclusión de que todo había sido un ejercicio de prestidigitación en lugar de un acto médico o curativo.

Al final, habíamos perdido una tarde, el coste del viaje y 30 Euros entregados voluntariamente; pero, a cambio, nos habíamos divertido un buen rato. Aunque, eso si, todos estábamos convencidos de que la enferma había vuelto tal y como había ido; si bien es cierto que su humor y estado de ánimo había mejorado notablemente a cuenta del cachondeo que nos traíamos. Tal vez eso formaba parte de la terapia.

Pero la cosa no había acabado ahí . Porque una vez en casa, al ir a acostarse, la madre de mi amiga se percató de que en la ropa interior tenía una pequeña mancha roja, que parecía sangre; al tiempo que comprobaba de forma concluyente lo que habia visto de forma precipitada en el servicio del bar : Que no había ni la mas mínima herida o cicatriz en la zona donde supuestamente había sido sangrada. Por lo que, a la mañana siguiente, telefoneó a su hija ( mi amiga ) para contarle el hallazgo.

Mi amiga , durante la noche, había estado dándole vueltas al tema, y pasando paulatinamente del cachondeo al cabreo, y de este al deseo, reprimido, de asesinar al curandero, al pensar, como le había tomado el pelo y preguntarse, como era posible que en pleno siglo XXI, de la sociedad de la información, y en país europeo, pudiesen existir este tipo de fraudes públicos y notorios y este tipo de personajes "operando", a cara descubierta y con total impunidad. Así que cuando recibió la llamada de su madre contándole el hallazgo de la mancha de sangre y la confirmación de la inexisencia de herida o cicatriz alguna, le faltó tiempo para ir corriendo a un amigo analista a quien le llevó un trozo recortado de la ropa interior de su madre conteniendo la mancha roja, a fin de que la analizase y le confirmase si era sangre u otro tipo de sustancia; lo cual podía hacer con sus propios medios, sin necesidad de enviarlo a otro laboratorio mas especializado.

De vuelta a casa me telefoneó para comentarme las novedades y pedirme mi opinión al respecto.

Cuando recibí la llamada, yo ya había encontrado la solución al misterio. Al igual que mi amiga, el gusanillo de la curiosidad no había dejado de incordiarme toda la noche. Así que, cuando me levanté a primera hora de la mañana, sin tan siquiera lavarme y desayunar, como tengo por costumbre, me fuí directo al ordenador y tecleé en Google : "curandero"+"Campanillas" . Y como imaginaba, alí apareció la vida y "milagros" del personaje.

De procedencia humilde, había pasado por toda clase de trabajos: Agricultor, carnicero, albañil, etc. Emigró al "Dorado" catalan donde se hizo testigo de Jehová, de quienes aprendió las artes de la persuasión y la parafernalia religiosa; siendo, al parecer, mas tarde, expulsado de la secta, al observarse en el mismo una conducta impropia de un miembro de la misma. Finalamente tras hacer sus primeros pinitos como "sanador" milagrero, se instaló definitivamente en la pedanía malagueña de "Campanillas", donde tras ejercer unos años, extrayéndo órganos, reparándolos in situ y volviendo a introducirlos en el cuerpo de los pacientes, sin mas instrumental que sus manos y la inspiración divina, de forma ambulatoria y sin daño corporal alguno, terminó siendo detenido en el año 2001, por el Grupo de Fraudes de la Comisaría Provincial de Málaga, acusado de delito de intrusismo profesional, estafa continuada y delito contra la salud pública; Delitos de los que sería posteriormente absuelto en el año 2004, al no presentarse a juicio los testigos de cargo, y no considerar el juzgado que los hechos probados integraban ninguno de los delitos que se le imputaban.

Desde ese momento, hasta nuestros días el curandero de Campanillas, al igual que sucede con los okupas, ha continuado ejerciendo su "arte" con total impunidad, y con creciente éxito de "audiencia" ( Para quien desee conocer mas detalladamente la vida y milagros del curandero de Campanillas, puede verla en los siguientes enlaces 1 , 2, 3, 4, 5 ) .

Quienes hayan tenido la paciencia o el interés de llegar hasta aquí y todavía no hayan adivinado el acertijo planteado al principio, o tengan dudas sobre la solución o soluciones del mismo, no dejen de leer la próxima entrada en que se desvelará la solución pudiendo al fin satisfacer su curiosidad. Como la cosa va de pillos, no he podido sustraerme a esta pequeña pillería tan propia del mundillo del "culebrón" consistente en retener la atención del espectador o lector, mediante el aplazamiento del desenlace de una situación intrigante o peligrosa al siguiente capítulo. Así que, no se vayan muy lejos y permenezcan atentos a la pantalla.

La solución, mañana.

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