martes, 11 de mayo de 2010

LOS OKUPAS Y EL CURANDERO DE CAMPANILLAS ( Parte segunda )

En la anterior entrada, de la que la presente es continuación se planteaba una desconcertante pregunta en forma de acertijo: ¿En que se parecen los okupas al curandero de “Campanillas”?
Una vez aclarado, en la anterior entrada, que es "Campanillas" y desvelado quien es el "curandero de campanillas" , toca ahora resolver el misterio.

Aunque la comparación entre los okupas y el curandero de Campanilas , pudiera parecer descabellada, ambos términos de la comparación tienen muchos mas puntos en común de los que, a primera vista pudiera parecer, como podrá comprobarse a continuación.

En primer lugar,en cuanto a sus actos, y empleando la propia terminología okupa, la primera coincidencia consiste en que ambos okupan un "espacio" que no les pertenece. Ambos son, por tanto, intrusos o usurpadores : Los okupas, de un espacio físico. El curandero de Campanillas, de una función o "espacio" profesional.

En segundo lugar, ambos obtienen beneficios económicos por de sus respectivas acciones, y ese beneficio lo obtienen en perjuicio de terceros.Los okupas, en cuanto explotan el inmueble para sus fines políticos, sin pagar alquiler alguno, y en cuanto, además obtienen beneficios económicos por determinadas actividades ejercidas en el mismo ( restaurantes, bar-cafetería, conciertos etc. ). Y el curandero de Campanillas, en cuanto con su actividad obtiene donaciones voluntarias de los pacientes que ingenuamente creen en sus inexistentes poderes milagreros o curativos.

En tercer lugar, los ingresos obtenidos, tanto por los okupas como por el curandero de campanillas, debido a la forma irregular en que son obtenidos, escapan al control del fisco, y por tanto no tributan, en absoluto; a diferencia de los obtenidos por el común de los mortales, en sus actividades laborales empresariales o profesionales.

En cuarto lugar, ambos se mueven jugando tanto con los huecos o resquicios de las leyes penales, como con la benevolencia de la sociedad y de las administraciones públicas hacia semejantes conductas y aprovechándose de un sistema procesal penal cuyos escrupulos garantistas aparecen escorados mas hacia el lado de los presuntos delincuentes que al de las indudables víctimas.

Los okupas lo hacen utilizando toda clase de triquiñuelas legales, bien para evitar la identificación, bien para justificar la okupación con base en el Código Civil, bien para dilatar el procedimiento que pueda conducir a su desalojo o para eludir sus responsabilidades civiles, aprovechándose de la lentitud judicial y de las benévolas penas de multa que, en el peor de los casos, el delito de usurpación lleva aparejadas.

Por su parte, Los personajes como el curandero de Campanillas, lo hacen aprovechando que, para que exista delito de estafa, es necesario que el desplazamiento patrimonial por parte de las víctimas se efectue mediante engaño y supere los 400 Euros; y que respecto al engaño, por su caracter burdo y fácilmente discernible la jurisprudencia no suele considerarlo tal; y en cuanto a la cuantía, porque las donaciones voluntarias rara vez la sobrepasan; e incluso, cuando así sucede, resultan de dificil prueba, al darse en metálico y no entregarse factura ni recibo alguna . Todo ello sin olvidar que una vez "el primo", toma conciencia del fraude, rara vez lo denuncia, bien por la escasa cuantía, bien por verguenza torera, o bien por ambas cosas a la vez. Y en cuanto al posible intrusismo profesional, aprovecha que este requiere el ejercicio de actos propios de la profesión médica sin tener el título para ello ni hallarse inscrito en el Colegio profesional correspondiente; cosa que el curandero se encarga de aclarar al "primo-paciente", en la hoja que a modo de "consentimiento informado" le hace firmar antes de entrar en su "guarida". Y por último, el posible delito para la salud pública, también resulta eludido, en cuanto las supuestas manipulaciones del cuerpo del enfermo que el curandero realiza, son meras teatralizaciones tendentes a inducir una apariencia milagrera, sin riesgo ni posibilidad de daño físico objetivable.

En quinto lugar, y como una consecuencia de lo anterior, ambas actividades, la de los okupas y la de los curanderos como el de Campanillas, son actividades marginales. No solo porque se meven en los bórdes o márgenes de la ley, sino porque, en ambos casos, suelen llevarse a cabo normalmente por personas marginales, social o profesionalmente, y se dirigen igualmente a personas tambien marginales o en riesgo de serlo ( lo que favorece la empatía de estos con aquellos ).

En sexto lugar, ambos, conocedores de la irregularidad, cuando no ilegalidad de sus procedidientos pretenden justificar el egoismo de sus actos, con fines pretendidamente altruistas. Así los okupas se justifican apelando a una inexistente lucha contra la especulacion inmobiliaria, que no ha cesado, por mas que el movimiento okupa lleve mas de 20 años haciendo de las suyas. Y del mismo modo el Curandero de "Campanillas", jusifica el magnífico negociete que tiene montado, en la curación de los enfermos que acuden al mismo y en la gratuidad de sus servicios, ocultando en todo momento los pingúes y suculentos beneficios que obtiene de las donaciones de quienes creen en sus inexistentes poderes curativos o milagrosos.

Por último, en séptimo lugar, tanto la actividad de los okupas como la del curandero de Campanillas, son inexplicablemente toleradas por el poder político, que no pone los medios necesarios, para impedir que tan groseras actividades sigan subsistiendo, impunemente al margen de las leyes.

Y así, entre okupas, curanderos, adivinadores astrales y cartomanticos, trileros, mangarrianes, manteros, gorrillas, grafiteros, sin papeles, macarras, traficantes de sueños, zascandiles, tiralevitas, titiriteros, apesebrados, chupopteros, roldanes y sacamantecas varios, vamos "progresando" hacia el Siglo de Oro y convirtiendo el país en un cervantino Patio de Monipodio, de colosales proporciones, donde pillos de la mas variada especie, obtienen patente de corso de unos políticos que como el Lazarillo de Tormes, callan cuando ven a otros comerse las uvas de dos en dos, legitimados por una sociedad amodorrada que, sin protestar, contempla, bostezante, tan increible espectáculo como un auténtico convidado de piedra .

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